viernes, 6 de febrero de 2009

Paula



Paula se desconcentró por un momento de su lectura y se puso a pensar en el nombre “Alina”. Sonaba delicado, original y especial al mismo tiempo. Levantó la vista, y comenzó a imaginarlo. Le puso un cuerpo: una gata. Un color: blanco. Alina sería blanca como la nieve, con ojos... azules. Azules profundo. Tenía sin dudas un aura particular. Como de paz, de tranquilidad, pero al mismo tiempo, de completo dominio y control sobre todos sus actos. Compinche del viento, Alina irradiaba libertad. Por momentos creía sentir la suavidad de su pelaje en la palma de su mano, y hasta estaba segura de oír el ronroneo que produciría cuando la gatita se sintiera a gusto en sus brazos. Perdida entre el paisaje que alcanzaba a ver por la ventana, de repente la vio. Deslizándose por las cornisas, con esos ojos azules desafiantes, y sus movimientos lentos y perfectos, suaves y sedosos, y al mismo tiempo, majestuosos. Cual si una brisa hubiera empujado su cabeza hacia un lado, se volteó y sus ojos se encontraron, uniéndose por unos instantes y dejando todo lo demás en un segundo plano, hasta que, derrotada en tan íntimo duelo, Paula se viera despojada de su panóptico, vuelta a esta realidad por la fuerza para seguir con su tarea del colegio. Hasta creyó oírla acercarse, creyó oír esos pasos amortiguados con los que flotaba por el piso de parquet encerado de la casa. Hasta que tímidamente, reveló su cabeza por la puerta, y lentamente se dejó ver de cuerpo entero.
- Alina, mi amor, ¿tenés hambre? Esperá que termino el capítulo y te doy algo de comer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanto. sdfjsahuficsadhfudhxvjcxzbvjkcxzhbvjklarshgjkfdshcxjkvhgweriugfhvjkchxzbvjkgrehwqifue2t1yip|yr´8oeuf9esufisdhvjcxzbvzjlxckvncxk.

Saludos.

Anónimo dijo...

Es bueno y muy dulce!!!!