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sábado, 19 de septiembre de 2009
martes, 17 de febrero de 2009
Declaración

No sé bien cómo empezar. Esta es una declaración de amor y estoy escribiendo porque los sentimientos brotan y no los puedo controlar, así que disculpen si soy muy verborrágico o armo frases inconexas, pero es que así lo siento, y siento todo de golpe.
Quiero que sepan que las amo. A las dos. Soy muy feliz con ustedes, ustedes me hacen muy feliz. Iría a todos lados con ustedes, sé que podríamos. Seríamos felices los tres, e incluso me gustaría compartir el resto de mi vida con ustedes. Quizá yo me vuelva viejo y más adelante piense diferente, pero no le temo a eso. Porque ustedes no son como las demás, que lastiman, o te abandonan, o te ahogan. Las he conocido, sí que sí, y por eso creo que puedo decir que no hay nada como ustedes. Porque no son como esas que te maltratan, que te dejan pagando a mitad del camino, y entonces te tenés que volver con la cabeza gacha, derrotado. Y es volver a empezar, conocer a otras para que después te terminen haciendo lo mismo. Tal vez piensen que soy un tonto, un adolescente enamorado, y que en unos años cambie mi parecer y las deje sin más, pero quiero que sepan que yo a ustedes las amo. Pero se los digo desde el fondo de mi corazón, con sentido. No lo digo por decir y nada más. Y las amo por igual a las dos. Porque las dos estuvieron cuando las necesité, se bancaron todo tipo de atrocidades y aún así al lado mío, firmes. Pasamos lindos momentos también, fuimos a los lugares más lindos y tranquilos, como a los más lúgubres y agitados. Conocimos a mucha gente, de lo más variado, siempre los tres juntos. A esta altura creo que puedo asegurar que somos inseparables, y me encanta. Me encanta la relación que tenemos, y espero que podamos conservarla por muchos años más.
Quiero que sepan que las amo. A las dos. Soy muy feliz con ustedes, ustedes me hacen muy feliz. Iría a todos lados con ustedes, sé que podríamos. Seríamos felices los tres, e incluso me gustaría compartir el resto de mi vida con ustedes. Quizá yo me vuelva viejo y más adelante piense diferente, pero no le temo a eso. Porque ustedes no son como las demás, que lastiman, o te abandonan, o te ahogan. Las he conocido, sí que sí, y por eso creo que puedo decir que no hay nada como ustedes. Porque no son como esas que te maltratan, que te dejan pagando a mitad del camino, y entonces te tenés que volver con la cabeza gacha, derrotado. Y es volver a empezar, conocer a otras para que después te terminen haciendo lo mismo. Tal vez piensen que soy un tonto, un adolescente enamorado, y que en unos años cambie mi parecer y las deje sin más, pero quiero que sepan que yo a ustedes las amo. Pero se los digo desde el fondo de mi corazón, con sentido. No lo digo por decir y nada más. Y las amo por igual a las dos. Porque las dos estuvieron cuando las necesité, se bancaron todo tipo de atrocidades y aún así al lado mío, firmes. Pasamos lindos momentos también, fuimos a los lugares más lindos y tranquilos, como a los más lúgubres y agitados. Conocimos a mucha gente, de lo más variado, siempre los tres juntos. A esta altura creo que puedo asegurar que somos inseparables, y me encanta. Me encanta la relación que tenemos, y espero que podamos conservarla por muchos años más.
A mis zapatillas de lona blancas, las amo.
viernes, 6 de febrero de 2009
Paula

Paula se desconcentró por un momento de su lectura y se puso a pensar en el nombre “Alina”. Sonaba delicado, original y especial al mismo tiempo. Levantó la vista, y comenzó a imaginarlo. Le puso un cuerpo: una gata. Un color: blanco. Alina sería blanca como la nieve, con ojos... azules. Azules profundo. Tenía sin dudas un aura particular. Como de paz, de tranquilidad, pero al mismo tiempo, de completo dominio y control sobre todos sus actos. Compinche del viento, Alina irradiaba libertad. Por momentos creía sentir la suavidad de su pelaje en la palma de su mano, y hasta estaba segura de oír el ronroneo que produciría cuando la gatita se sintiera a gusto en sus brazos. Perdida entre el paisaje que alcanzaba a ver por la ventana, de repente la vio. Deslizándose por las cornisas, con esos ojos azules desafiantes, y sus movimientos lentos y perfectos, suaves y sedosos, y al mismo tiempo, majestuosos. Cual si una brisa hubiera empujado su cabeza hacia un lado, se volteó y sus ojos se encontraron, uniéndose por unos instantes y dejando todo lo demás en un segundo plano, hasta que, derrotada en tan íntimo duelo, Paula se viera despojada de su panóptico, vuelta a esta realidad por la fuerza para seguir con su tarea del colegio. Hasta creyó oírla acercarse, creyó oír esos pasos amortiguados con los que flotaba por el piso de parquet encerado de la casa. Hasta que tímidamente, reveló su cabeza por la puerta, y lentamente se dejó ver de cuerpo entero.
- Alina, mi amor, ¿tenés hambre? Esperá que termino el capítulo y te doy algo de comer.
miércoles, 28 de enero de 2009
Alabada

Ella es la reina. Soberana de todas las sensaciones, nos domina y dirige tanto en vigilia como en los sueños. Comanda los recuerdos, encendiéndolos y sofocándolos a su antojo. Nos coloca en estado de paz o nos eleva al extasis más preciado con la misma frialdad. Habla sin palabras, pronuncia silencios profundos y puede regalar instantes que se prolongan por toda la vida. Pero también es vanidosa, y capaz de crear recelos sin el más mínimo esfuerzo.
Y nosotros, presos de su encanto, jugamos su juego con un placer casi perverso. Nos producimos para ella, posamos, vendemos ilusiones, espejos de colores con los que pretendemos maquillar el viento. Hay quienes se alejan, quienes le huyen, pero hay quienes, adictos a su lujuria, le entregan su vida a cambio de la juventud eterna.
Ella es la mirada, dueña y señora.
Ella es la mirada, dueña y señora.
miércoles, 31 de diciembre de 2008
Esperanza
Muerte a la vida.[1]
[1] Muerte a la vida gris, hipócrita, llena de nombres y vacía de personas; llena de fanáticos y no por la vida; llena de palabras, vacía de sentido; llena de acciones, vacía de criterio. Llena de rutinas, vacía de emociones genuinas. Muerte a esa vida que la aguanta en el corner, esa vida que hace tiempo, hace tiempo para morirse. Esa vida sin peso, esa que vino, pasó, se fue y ni nos dimos cuenta. Que muera la vida que pisotea otras vidas, la que se cree más que las otras que son exactamente iguales a ella. Esa que grita para imponer sus ideas, que en definitiva es la impotencia de no saber hacerse entender hablando. A esa vida asquerosa que trata mal a todo el mundo pero que después anda exigiendo que le hagan los pies y le preparen la comida a tiempo. Que muera la vida que se muere al mejor postor y es capaz de rebajarse hasta lo más mínimo, y que por las noches duerme con la conciencia sucia. Esa vida que te regala su mejor sonrisa de frente, pero en cuanto te das vuelta te clava un puñal ante la menor señal. Muerte a dar vueltas sin sentido. Muerte a los envases, a los frascos, a las hombreras. Muerte a terminar presos de un invento propio de los mismos hombres: el tiempo. Muerte a todo eso. Que viva la vida.
[1] Muerte a la vida gris, hipócrita, llena de nombres y vacía de personas; llena de fanáticos y no por la vida; llena de palabras, vacía de sentido; llena de acciones, vacía de criterio. Llena de rutinas, vacía de emociones genuinas. Muerte a esa vida que la aguanta en el corner, esa vida que hace tiempo, hace tiempo para morirse. Esa vida sin peso, esa que vino, pasó, se fue y ni nos dimos cuenta. Que muera la vida que pisotea otras vidas, la que se cree más que las otras que son exactamente iguales a ella. Esa que grita para imponer sus ideas, que en definitiva es la impotencia de no saber hacerse entender hablando. A esa vida asquerosa que trata mal a todo el mundo pero que después anda exigiendo que le hagan los pies y le preparen la comida a tiempo. Que muera la vida que se muere al mejor postor y es capaz de rebajarse hasta lo más mínimo, y que por las noches duerme con la conciencia sucia. Esa vida que te regala su mejor sonrisa de frente, pero en cuanto te das vuelta te clava un puñal ante la menor señal. Muerte a dar vueltas sin sentido. Muerte a los envases, a los frascos, a las hombreras. Muerte a terminar presos de un invento propio de los mismos hombres: el tiempo. Muerte a todo eso. Que viva la vida.
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