martes, 8 de septiembre de 2009

La nueva forma del exilio (2001)

Por Osvaldo Beker

"Yo me voy al carajo, Osvaldo, acá se vienen diez años de mierda...", me dijo y volvió a sus proyectos de radicación en Madrid. En ese momento supe que no debía retrucar "pinchándole el globo" a mi amigo. O aguándole la fiesta. Más bien adopté una postura hiperdiplomática y empleé un léxico muy gentil para contrarrestar ese lamentable comentario.

En febrero pasado, caminaba con mi novia por Marcelo T. de Alvear y, a la altura de Libertad, comenzamos a ver un gran número de cabezas asándose al sol del mediodía veraniego. Mismo objetivo: lograr la "cittadinanza" (ciudadanía) italiana recurriendo a la sangre de un -hasta ese momento-desconocido chozno abuelo. Todos, de igual modo, mostraban oscuras caras de resentimiento.

Las de arriba, postales posmodernas del nuevo exilio (ya no político, sí económico) que toma de sorpresa a individuos desafortunados, constituyen dos escenas deleznables, imposibles de permitir por parte de un bien nacido. Si bien habría que tomar caso por caso, cada familia o cada persona es un universo de pensamientos, frustraciones, sensaciones y esperanzas, en líneas generales, los nuevos emigrantes no se caracterizan por experimentar un noble proceder a la hora de hacer esas valijas repletas de contradicciones.

Ellos se van y hablan lo peor de Argentina y de los argentinos, pero se van. Se exilian a España (no sé por qué todos sueñan, preferentemente, con la bendita Barcelona), Italia, Estados Unidos (aquí la opción es Miami, llamada por muchos "el basurero del mundo"), Canadá o Australia y tejen nuevas formas de vida, y tratan de echar por tierra los "malos" recuerdos en su país natal, escupiéndolos con inquina, pero se exilian.

Yo tengo para mí que la solución radicaría en optar por el ser agradecido de las pocas cosas que el país nos dio, aunque sean pocas, o por el perfil bajo y una sana discreción, que siempre es sana. Y luego sí pensar a futuro: porque a miles de kilómetros de distancia, y en esto sí que no hay excepción alguna, en el momento de subir las escaleras de un subterráneo, verán otra ciudad, muy otra y, aunque tan solo sea por un infinito instante, extrañarán la suya, la que los vio nacer y la que los aguarda siempre, en un virtual regreso. ¿Pero debería permitírseles esa vuelta cuando en un momento de sus vidas "huyeron" sin mucha reflexión? La Constitución dice que sí...País generoso...

2 comentarios:

Hermana de SDU-7 dijo...

No saben valorar lo bello de Argentina...

Anónimo dijo...

Para mi los tridores son los que "ni en pedo" vuelven al pais que los educó y les dio de comer. Hay éxodo por necesidad, sin duda. Pero ingratitud?? No, a otra parte. Quedate allá, limpiavidrios.