"Yo me voy al carajo, Osvaldo, acá se vienen diez años de mierda...", me dijo y volvió a sus proyectos de radicación en Madrid. En ese momento supe que no debía retrucar "pinchándole el globo" a mi amigo. O aguándole la fiesta. Más bien adopté una postura hiperdiplomática y empleé un léxico muy gentil para contrarrestar ese lamentable comentario.
En febrero pasado, caminaba con mi novia por Marcelo T. de Alvear y, a la altura de Libertad, comenzamos a ver un gran número de cabezas asándose al sol del mediodía veraniego. Mismo objetivo: lograr la "cittadinanza" (ciudadanía) italiana recurriendo a la sangre de un -hasta ese momento-desconocido chozno abuelo. Todos, de igual modo, mostraban oscuras caras de resentimiento.
Las de arriba, postales posmodernas del nuevo exilio (ya no político, sí económico) que toma de sorpresa a individuos desafortunados, constituyen dos escenas deleznables, imposibles de permitir por parte de un bien nacido. Si bien habría que tomar caso por caso, cada familia o cada persona es un universo de pensamientos, frustraciones, sensaciones y esperanzas, en líneas generales, los nuevos emigrantes no se caracterizan por experimentar un noble proceder a la hora de hacer esas valijas repletas de contradicciones.
Ellos se van y hablan lo peor de Argentina y de los argentinos, pero se van. Se exilian a España (no sé por qué todos sueñan, preferentemente, con la bendita Barcelona), Italia, Estados Unidos (aquí la opción es Miami, llamada por muchos "el basurero del mundo"), Canadá o Australia y tejen nuevas formas de vida, y tratan de echar por tierra los "malos" recuerdos en su país natal, escupiéndolos con inquina, pero se exilian.
2 comentarios:
No saben valorar lo bello de Argentina...
Para mi los tridores son los que "ni en pedo" vuelven al pais que los educó y les dio de comer. Hay éxodo por necesidad, sin duda. Pero ingratitud?? No, a otra parte. Quedate allá, limpiavidrios.
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