Los segundos me resbalan por la sien y sigo frente a vos. Y te miro, y crece en mi estómago la amarga certeza de que te voy a dejar ir, que mi mano se va a debilitar poco a poco, como en los sueños, y tus dedos se van a escurrir despacio, pero sin vuelta atrás, de entre los míos y solo me van a quedar fuerzas para acariciarte las yemas antes que los oxidados engranajes terminen de alejarte definitivamente. El tiempo se disemina perverso en el aire, con la tranquilidad de saber como soy. Y estoy seguro de que estás esperando algo que no te puedo dar ahora, ya; y solo te dejo de souvenir un manojo de palabritas entrecortadas para que las desmenuces en el palier, en el ascensor y entonces el aire viciado de la ciudad te manosee mientras te preguntas cómo puedo ser tan tan... Y no creas que no lo sé. Pero no te puedo retener, nena. Se me van tus dedos, se me van... ahí llega el chau, como un pedido de tregua a esos ojos que parecen pedirme que no te pierda porque sí podes, vas a ver que sí... Sin embargo, respondés a mi banderita blanca bajando la mirada y esbozando una sonrisa tan grave que me desarma cada tarde, aguijonea mi garganta y no me deja dormir.
lunes, 20 de abril de 2009
viernes, 10 de abril de 2009
Hasta acá
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