Porque sentado en Belgrano y Pichincha uno podría descubrir que la vida no es ese rejunte de experiencias mayormente triviales, amalgamadas por alguna moraleja (me gusta ese sufijo despectivo, como si el término significara “moral de dos pesos”), que yo creo que todos piensan. Resulta que estaba sentado en la puerta de una mueblería (a esa hora, cerrada) viendo oscurecer y la persona que estaba recostada a mi lado me dijo:
--Pero claro, uno lo ve tan simple. Ve tan complejo lo simple, piensa que hay una enseñanza en cada acto boludo, sencillo, mínimo, como, no sé, pisar una baldosa floja, que termina nunca aprendiendo un carajo. O peor: aprendiendo mal.
--Bueno, convertiste mi mundo en una gran mentira entonces.
--Es que no es así, flaco. No es así. Así, no... yo soy de la calle. No estoy en situación de calle eh... decir situación es hablar de un... de un segmento vital, ¿ves? --y me abre grandes los ojos, como si fuera una revelación en vivo en vez de algo que, seguramente, soliloquea desde hace años --yo soy de la calle. Vos la transitás a la mañana, con los ojos pegados, cuando vas a laburar y volvés a transitarla cuando volvés a tu casa a la tarde, a la noche. O cuando sea. Vos no sabés nada, qué querés que te diga. Soy franco, perdón. --y se rió.
--O sea que toda la sanata de los crepúsculos y el color rosa de la tarde y los colectivos...
--¡Pero callate, boludo! Callate y escuchame. Lo que vos tenés no es vida. Eso no es vida. La vida no es mimetizar tus dramas con el clima ni con el ruido de la calle ni con el silencio de tu casa. No. Y tampoco es meterse en una lencería a comprarle tangas a tu mujer y salir con una bolsita rosa haciéndote el piola, el piola superado. Mirá… meterte ahí con una cerveza por la mitad adentro de la mochila, imaginalo eh, pilotear ahí con los ojos perdidos, sabiendo que sos hombre y te metés ahí a comprar una chabomba y un corpiño y que el dolor de estómago, del pedo que tenés y que todos se dan cuenta, bueno, que eso no te permita ni amagar una sonrisa a la cajera. Trasladá eso, ¿escuchás? a todos los rincones de la vida. O a todos los niveles, como te gusta decir.
--Ahora haceme una de un flaco que entra a un banco. Es más engorroso, me parece.
--A ver... la vida no es entrar a un cajero sin saber si te queda guita en la tarjeta, es entrar... es entrar… sabiendo que el cana de la puerta te ficha mal y que vos tenés más miedo que él. Porque vos sabés que de superados no tienen nada. Te la dan y te la dan. Decímelo a mí. Decíselo a este cuerpito. --y otra vez se echó a reír como si nada le importara, que es lo más probable.
--Ahora una tipo fábula.
--Ah, esta ya la había pensado. Escuchá… a un elefante se le aparece Dios, entonces aprovecha y le pregunta: "por qué me diste este tamaño y estos semejantes colmillos, si para lo que como no hace falta más que un pico y una cabecita chiquita, chiquita y perseverante, como la de esos pajaritos." ¿No? y dice: "y por qué, si soy ejemplo del… --se detiene a pensar cómo seguir -- si soy ejemplo del pacìfico altruismo animal (sí, altruismo decía el bicho), por qué, decía, si tengo todo eso, me hacés tan gris y con la piel tan dura", decía el elefante".
--¿Y Dios qué le dijo?
--Dice "porque la pureza tiene su porte, viejo. Porque lo puro trasciende hasta mi voluntad y si sos grande es porque sos noble. Y si tenés esos colmillos de bestia es porque ya hay muchos pájaros con el pico así, chiquito, una mierdita insignificante. ¿Eso querés? le dice Dios. Y le dice: si sos tan grande y tenés la piel tan dura y tan gris es por esos leones fieros y melenudos y de colores brillantes. Y no vaya uno a confundir lo colorido con lo noble", le dijo Dios.
--Sos un chamuyero. Claro, si vivís en la calle, rata de alcantarilla. ¿Ves? yo también soy franco. --y nos reímos los dos.
Pero uno escucha y entiende que los días pasan así y no son lindos ni corrientes: el pincel lo puede tener cualquiera. Los trazos, tan locos como loco está quien se lo encuentra tirado en la calle.
1 comentario:
Pero andaaa... sos un chamuyero.
jotace
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