martes, 25 de diciembre de 2012

A través del vidrio

I y II son almas imaginarias que vivirán una semana imaginaria y no más.


Domingo (I)


Aprovechá el tiempo

desde tu lugar

Y pensá dos veces

antes de actuar.


El mediodía casi hace crujir la persiana al meterse por sus hendijas. Mientras los versos desfilaban por la canción, se acomodaba los auriculares para escuchar más fuerte. Puso en su balanza mental: levantarse e intentar tener una jornada productiva producir versus seguir en la cama, fumando.

Las coordenadas de su cabeza: ¿en dónde estará su cabeza ahora mismo?

Ante semejante día, poco puede hacer por tener ganas de salir.

Encontró algo que hacer: en algún rincón de la casa tenía que haber vino.


Lunes (II)


Cuando cruzó la puerta de la oficina, todavía seguía rumiando la certeza de que había hecho bien. Más aún: pensaba que era la única forma de aprobar un examen que la vida, sin previo aviso, le haría resolver sobre lo que tuviese a mano en el momento. Después de ese paso, restaría ver cómo la culpa y el miedo ceden ante el definitivo cielito de la paz.

El celular vibró y solo después de leer el mensaje se dio cuenta de la premura con la que había luchado con el ceñido bolsillo del pantalón para sacarlo. Era una hora de la mañana en la que todavía cabía esperar un mensaje en ese tono etílicamente tardío e inexplicablemente persuasivo. Recibió con una suerte de humor absurdo el mar de dudas en el que ya se veía chapoteando.


Martes (I)


Esa tarde supo que no le quedaba otra que asumir que estaba en una sala de espera y que en un lugar así solo queda esperar que el tiempo sea benévolo y haga contrapeso a la carga de tensión que conllevaba encontrarse en tal situación, que no era otra cosa que desconocer el carácter de dicha antesala. Y, eventualmente, preocuparse por ello. Había recibido una respuesta afirmativa aunque distante y a su tarde soleada se le cruzaban nubarrones y entonces su sangre latía como si la recurrencia a ese sí desengañado le marcara el compás. Una de las formas de sobrellevar la angustia era volver y volver al día anterior; recapitular, analizar, juzgar, maldecir y agradecer el impulso que le llevó a tal acción.


Miércoles (I y II)

A través del vidrio se leen algunas palabras. A veces, la señal es intermitente, o la letra ilegible, o la voz confusa. O las ideas poco claras. A veces el sexo empaña de adrenalina el cristal. Otras, lo sofocante es el silencio. El vacío sobrevive a cada circunstancia. El desamor nunca se deja sorprender en un cuarto a la noche. Pero se impregna en las paredes y se huele como si fuera tabaco.


Jueves (II)


Una de las formas de sobrellevar la angustia era volver y volver al día anterior; recapitular, analizar, juzgar, maldecir y agradecer el impulso que le llevó a tal acción. El clímax necesario de este proceso que se repetía y repetía como llenando botellitas de agua era admitir que lo intenso es perecedero, la pulsión es fugaz y el frío del suelo, perenne. Anticipó mentalmente el contenido de las líneas que le escribiría mañana. Una negativa que se pretendía final, pero se revelaba mucho menos distante que aquel piadoso . El tono del mensaje estaba fuera de discusión. 

Esa tarde supo que no le quedaba otra que asumir que estaba en una sala de espera y que en un lugar así solo queda esperar que el tiempo sea benévolo y haga contrapeso a la carga de tensión que conllevaba encontrarse en tal situación, que no era otra cosa que desconocer el carácter de dicha antesala. Y, eventualmente, preocuparse por ello.


Viernes (I)


Recibió con una suerte de humor absurdo el mar de dudas en el que ya se veía chapoteando. Estar jugado es transitar de la desesperación inicial a la hilaridad y el autochiste, que no tardan en sobrevenir. O así era ese viernes. La resignación era una mano más de adobe sobre su cascarón. Pero en fin, la sudestada había llegado y había que sacudir los brazos para hacer pie.

El celular vibró y solo después de leer el mensaje se dio cuenta de la premura con la que luchó con el ceñido bolsillo del pantalón para sacarlo. Se había preparado para un shot melancólico. No sería nada que ya no hubiese experimentado. La ternura de esa dimisión le dolió más de lo que esperaba. Acusó recibo con un gélido "ok, todo bien. tenés razón", volvió a su box y empezó a ponerse al día con las imputaciones fiscales. Cuando cruzó la puerta de la oficina, todavía seguía rumiando la certeza de que había hecho bien.


Sábado (II)


Encontró algo que hacer: en algún rincón de la casa tenía que haber vino. No solo había perdido esa batalla de egos tan profundamente sexual: se veía cayendo en picada hacia la sumisión emocional. Nunca esperó despertar en ese escenario. No, nunca consideró que podría caer en ese terreno en el que no sabía moverse, en el que se iría volviendo débil y dependiente de una mano preciosa y salvadora, acaso déspota, que nunca aparecería… ¿en dónde estará su cabeza ahora mismo?

Cuando las naúseas le forzaban a abrir los ojos, ese paraje oscuro desaparecía de las retinas pero dejaba su sombra sobre todo el caótico cuarto. El mediodía casi hace crujir la persiana al meterse por sus hendijas.

Ante semejante día, poco puede hacer para tener ganas de salir.