miércoles, 16 de septiembre de 2009

Lugares conocidos

Por Osvaldo Beker

Hace dos viernes, a eso de las siete de la tarde, en la entrada de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, vi personalmente al antropólogo francés Marc Augé, pensador que ha pasado a tener gran renombre a partir de su idea de "los no lugares" (espacios, como los hoteles y los aeropuertos, suspendedores de la identidad del hombre perteneciente al primer mundo). El famoso ensayista descendió de un taxi, acompañado por un elegante séquito, y tuvo que vencer los mentados obstáculos hasta acomodarse en la silla principal de una gigantesca aula, en donde varios centenares de personas disfrutaron de sus tesis engalanadas con un exquisito francés.

¿Algunos de esos obstáculos?: La mugre que invade los pisos y las paredes de esa "alta casa de estudios", un sinfín de carteles y papeles que rompen la armonía edilicia; un ascensor viejo y sucio que tarda más que un colectivo suburbano; hediondos vendedores de artesanías, morrales, bicicletitas de alambre, pan relleno con quesos y otras sospechosas sustancias; niños sucios y mal comidos que piden una moneda de peso; intrigantes estudiantes representantes de lo que llamo la onda "y rasguña las piedras" a juzgar por sus vestimentas típicas de los sesentas; porteros y personal de maestranza que se creen los dueños de la universidad.

Un paisaje similar puede ser visto en nuestra Facultad de Ciencias Sociales. ¿Por qué los integrantes del Centro de Estudiantes se empecinan en resemantizar el concepto de "carteleras"? De hecho, parecería que la regla, ahora, es ignorarlas y, por ende, diseñar una asquerosa pegatina de papeluchos en las paredes recién pintadas por lo que en poco tiempo se llega a contemplar un palimpsesto novedoso y repugnante. ¿Por qué se permite la entrada de esos vendedores y de esos niños carenciados a nuestra "segunda casa"? ¿Y de esos mendigos, munidos de mentirosas autorizaciones, que interrumpen una clase universitaria? He aquí el escándalo semiótico: no se puede permitir la entrada de estos personajes (en el ámbito de la formación de profesionales) aunque, a su vez, tampoco se puede emplear la indiferencia ya que hacerlo indicaría una mera contradicción en "Ciencias Sociales". ¿Qué hacer?

Supongo que la respuesta está en cada uno de los integrantes de la comunidad universitaria. Tratar la facultad como si fuera la casa propia, cuidarla y, fundamentalmente, exigir a los referentes (especialmente al centro de estudiantes) que comiencen de una buena vez a respetar el lugar de todos. De esa manera, ya no habría sentido para el humor de un amigo mío en ocasión de la visita de Augé a la sede de Puán: "No debe estar pensando en los no-lugares; sencillamente debe estar diciendo que '¡este lugar no existe...!'".

martes, 8 de septiembre de 2009

La nueva forma del exilio (2001)

Por Osvaldo Beker

"Yo me voy al carajo, Osvaldo, acá se vienen diez años de mierda...", me dijo y volvió a sus proyectos de radicación en Madrid. En ese momento supe que no debía retrucar "pinchándole el globo" a mi amigo. O aguándole la fiesta. Más bien adopté una postura hiperdiplomática y empleé un léxico muy gentil para contrarrestar ese lamentable comentario.

En febrero pasado, caminaba con mi novia por Marcelo T. de Alvear y, a la altura de Libertad, comenzamos a ver un gran número de cabezas asándose al sol del mediodía veraniego. Mismo objetivo: lograr la "cittadinanza" (ciudadanía) italiana recurriendo a la sangre de un -hasta ese momento-desconocido chozno abuelo. Todos, de igual modo, mostraban oscuras caras de resentimiento.

Las de arriba, postales posmodernas del nuevo exilio (ya no político, sí económico) que toma de sorpresa a individuos desafortunados, constituyen dos escenas deleznables, imposibles de permitir por parte de un bien nacido. Si bien habría que tomar caso por caso, cada familia o cada persona es un universo de pensamientos, frustraciones, sensaciones y esperanzas, en líneas generales, los nuevos emigrantes no se caracterizan por experimentar un noble proceder a la hora de hacer esas valijas repletas de contradicciones.

Ellos se van y hablan lo peor de Argentina y de los argentinos, pero se van. Se exilian a España (no sé por qué todos sueñan, preferentemente, con la bendita Barcelona), Italia, Estados Unidos (aquí la opción es Miami, llamada por muchos "el basurero del mundo"), Canadá o Australia y tejen nuevas formas de vida, y tratan de echar por tierra los "malos" recuerdos en su país natal, escupiéndolos con inquina, pero se exilian.

Yo tengo para mí que la solución radicaría en optar por el ser agradecido de las pocas cosas que el país nos dio, aunque sean pocas, o por el perfil bajo y una sana discreción, que siempre es sana. Y luego sí pensar a futuro: porque a miles de kilómetros de distancia, y en esto sí que no hay excepción alguna, en el momento de subir las escaleras de un subterráneo, verán otra ciudad, muy otra y, aunque tan solo sea por un infinito instante, extrañarán la suya, la que los vio nacer y la que los aguarda siempre, en un virtual regreso. ¿Pero debería permitírseles esa vuelta cuando en un momento de sus vidas "huyeron" sin mucha reflexión? La Constitución dice que sí...País generoso...

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Diseños Posmodernos

Por Osvaldo Beker

Hace un par de semanas me tocó votar en las elecciones de la carrera de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Fui uno de los primeros en sufragar, lunes, diez y media de la mañana. La mesa se “abrió” tarde, como era de suponer: si sucede en las elecciones nacionales, ¿cómo no va a suceder lo mismo en un comicio menor jerárquicamente? Los “jurados” de esa “mesa” eran un par de docentes que no sabían dónde estaban parados. En la misma cola de los sufragantes, había un par de militantes de alguna agrupación estudiantil tratando de ejercer el poder de persuasión. ¡En la misma cola!

Yo voté a un partido que se llama algo así como “Unidad Académica”. ¿Por qué? Porque de ellos recibí decenas de mails, periódicamente, con información y respuestas (a consultas que yo mismo hice) con respecto a diferentes actividades de la Facultad: fecha de exámenes, fecha de inscripción de exámenes, fecha de elecciones, fechas, fechas y más fechas, entre otras muchas dudas que se me habían despertado. Por eso los voté. Porque los sentí cerca.

En nuestra Facultad de Ciencias Sociales, en su sede de la calle Ramos Mejía, hay momentos en que parece que las distintas agrupaciones estudiantiles se abusan del edificio y, por ende, de toda la comunidad. Entramos a la Facultad e ingresamos en un campo de batalla visual. En un escándalo estético sin par, paisaje lamentable, nefando, panorama triste, espectáculo deplorable.

¿Por qué no hacen uso de las renombradas e ignoradas carteleras? ¿Qué necesidad hay de trazar un palimpsesto de papeles con toda clase de frases apocalípticas y engañosas plenas de errores ortográficos? ¿Por qué nadie hace nada al respecto? ¿Por qué la gente de Sociales, aunque no sea más que un pequeño número de personas, no se organiza de modo tal que se acabe con este alboroto propagandístico?

Dan ganas de ir un sábado, piso por piso, pared por pared, para limpiar todo. Como uno limpia las paredes de su propia casa. Porque la Facultad, muchas veces se nos olvida, es la casa de todos, como un hospital, como una seccional policial, como cualquier otro edificio de alguna institución nacional, popular, estatal o municipal. Por ende, hay una confusión: algunos irreverentes mozalbetes que apenas saben escribir su nombre creen ser los únicos dueños. Insisto: Carteleras ad hoc.